María Alcantarilla
Doler.
Que duela tanto
O más que antes.
Que sangre, se asfixie y,
De nuevo,
Vuelva a su sitio.
Que saque aquí,
A la luz,
Toda esa voz
Llena de espanto.
Tan dócil
Como cualquier otra
Tan capaz…
Y, sin embargo,
Necesitada continuamente
De una amargura
Que, aún, no conoce nombre,
Que habla, sólo, por gestos;
Que añora sajar el daño
Y apocar tanta hemorragia,
O desvestirse de empeño
Y sisar un buen retorno
-inhalar, a fin de cuentas,
Como cualquier otro imbécil-.
Luci Romero
con las yemas de los dedos
concibes un nuevo silencio destinado a otro
y los resquicios del invierno dejan de serlo,
la luz crepuscular
invade las estancias bañándolas de distancia
sólo quedan cuerpos entrelazados hablándose en la noche
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